Lo primero que me he preguntado para redactar esta nota sobre la culpa, ha sido: ¿en qué momentos sentimos culpa? Me vienen aquellas situaciones en las que hacemos daño a otra persona, cuando sentimos vergüenza por algo que hemos dicho o hecho. Sentimos culpa cuando no somos capaces de controlar nuestras reacciones como la agresividad. Nos sentimos culpables cuando una relación se deteriora, cuando tenemos deseos ambivalentes por otra persona. También sentimos culpa cuando manipulamos a otra persona. Cuando no podemos tomar una decisión, cuando fracasamos o tenemos remordimientos. En aquellas situaciones que nos sentimos infelices y no sabemos por qué. Hay personas que se sienten culpables porque no les gusta su cuerpo, porque comen mucho, porque quieren un cambio en su vida y no encuentran el valor para hacerlo. Hay personas que viven en la culpa como una cadena perpetua de por vida.
Las personas que crecieron en un entorno donde el bienestar de los demás es más importante que el de uno mismo, sienten un gran sentimiento de culpa cuando tocan con la felicidad.
La culpa es una emoción universal, algunos la llaman: el guardián de la conducta, y aunque la sentimos todos, sus consecuencias pueden ser muy diferente en cada persona, dependerá de los criterios y normas que hemos recibido desde pequeños. No olvidemos que muchos aprendimos que un castigo expía la culpa.
LA CULPA REAL
Esta culpa se aloja en nuestra conciencia, cuando obramos mal, está nos avisa. Sin duda, en el momento de que los hechos no coinciden con nuestra escala de valores, la culpa se nos va a presentar.
LA CULPA FALSA
Esta culpa esta cimentada en hechos que nosotros no somos responsables, pero aún así la sentimos como si lo fuésemos. Por ejemplo, los hijos de padres separados a veces se hacen responsables o creen que podían haber remediado la ruptura. El problema es que sostener mucho tiempo una culpa falsa puede finalizar en un trastorno depresivo, por aquello de no saber cómo resolver la situación.
Este sentimiento de culpa falsa puede llegar a privar a la persona de su felicidad y también de su tranquilidad. Hay muchas creencias falsas detrás de “algo he hecho para merecer esto”. Esta culpa falsa distorsiona tanto el recuerdo como la relación de uno mismo con los hechos que sucedieron.
Observamos que el sentimiento de culpa moderado tiene una función de orientarnos sobre el bien y el mal; pero en aquellas ocasiones en la que la culpa no tiene un propósito constructivo, nos convertimos en nuestro peor enemigo en forma de fustigación interna. Así que trabaja en tu sensación de culpa y deshazte de aquella que nos es real.