Cirugía estética y psicología: hacia un enfoque holístico

La cirugía estética ha ido ganado popularidad en las últimas décadas, ofreciendo  la posibilidad de modificar aspectos de la apariencia física. Si bien es una elección personal, es esencial comprender poner en relación la cirugía estética y la psicología. Es decir, las implicaciones emocionales y psicológicas que pueden surgir antes y después de someterse a una intervención de cirugía estética.

Nos cuentan los especialistas que hacen unos años los pacientes iban pidiendo tener una parte de su cuerpo como la de algún famoso, en la actualidad, lo que piden es parecerse a ellos mismos pero sometidos al filtro de las aplicaciones. En épocas anteriores las personas sufrían estrés y ansiedad por no alcanzar determinados objetivos, el individuo contemporáneo sufre de esa sintomatología en su búsqueda de la imagen en tendencia.

Es cierto que puede ayudar a mejorar la autoestima y la autoconfianza, propiciando un impacto positivo en el bienestar psicológico del paciente. Pero hay que tener en cuenta que toda intervención de cirugía estética debe implicar la seguridad por parte de ese paciente de que las expectativas que se tienen son reales y la comprensión de que solo es una intervención. Es decir, que la cirugía estética no es la panacea para todos los problemas que atravesamos y que la autoestima y la autovaloración parten del interior y no de la apariencia física al 100% tal y como se puede tender a creer.

También se debe tener en cuenta, a mi parecer, que la imagen corporal está influenciada por diversos factores como pueden ser los culturales, los sociales y los personales. ¿Qué sucede, entonces? Que una operación de cirugía estética no garantiza automáticamente una mejora de la imagen corporal y, en algunos casos, puede incluso generar insatisfacción si no se abordan esos problemas subyacentes de carácter personal.

Expectativas vs. resultados

Aquí es cuando entran en juego las famosas expectativas. Un factor crucial  y a tener en cuenta a la hora de someterse a una intervención de cirugía estética. Tanto los profesionales de este campo como los que nos dedicamos al plano emocional, como los psicólogos, debemos estar completamente seguros y trabajar en que el paciente asuma que los resultados pueden variar y que no todos los deseos estéticos se pueden alcanzar mediante la cirugía. ¿Conocéis la frase «en mi cabeza quedaba mejor»? Pues esta situación se puede dar perfectamente ante una operación de cirugía y con las consecuencias que ello pueda acarrear.

Un enfoque holístico de la operación

Aquí me gusta apelar a tener una comunicación clara y realista con el cirujano plástico y tener en cuenta los límites y las posibles complicaciones asociadas con el procedimiento. Es importante que se aborde la intervención no solo desde un punto de vista médico, sino también teniendo en cuenta los aspectos emocionales y psicológicos. Consultar con un profesional de la Psicología es lo más beneficioso para explorar las motivaciones que hay detrás de esa decisión, evaluar la salud mental general del paciente y abordar la intervención desde el apoyo y el acompañamiento. Es decir, tratando sus preocupaciones, dudas, motivación de la decisión etc.

Resumiendo. La cirugía estética puede tener implicaciones emocionales y psicológicas significativas, tanto positivas como negativas. Es esencial considerar el impacto en la autoestima, la imagen corporal, las expectativas y los riesgos psicológicos antes de someterse a un procedimiento. Adoptar un enfoque holístico y buscar apoyo psicológico puede ayudar a garantizar una toma de decisiones más informada y una mayor satisfacción a largo plazo. La cirugía estética no debe considerarse como una solución mágica para los problemas emocionales o de autoestima, sino como una opción personal que requiere un análisis cuidadoso y una atención integral tanto a nivel físico como emocional.

 

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