Seguir al corazón

Anoche me acostaba con un problema en mente que llevo tiempo queriendo resolver, al levantarme me preparé, como de costumbre, mi café con leche de almendras y un par de rebanadas de pan con aceite de Baeza, mi ciudad, ¡no hay otro igual!. En modo automático encendí el televisor y sin hacerle si quiera caso al canal que sintoniza, había una película antigua, pero que solo la tenía como un ruido de fondo mientras, paralelamente, revisaba las redes; estaba en multitarea. Algo que contradice lo que los psicólogos decimos, pero que es una realidad, nosotros, también lo hacemos. En esta actitud me mantuve: peli de fondo a la vez que navegaba por Internet hasta que acabé el desayuno y me dispuse a cambiarme para irme un rato al gimnasio.

De la peli años 40 os cuento que acabó mientras estaba con el desayuno, pero más allá que en un momento escuché que había el frenazo de un coche y levante la mirada, tampoco es que estaba yo demasiado pendiente de más. En fin, yo estaba como en lo mío, típica mañana de desconexión. Cuando al rato estaba en el gim, ¡wauuu!, me di cuenta que en ese trozo de peli que apenas tenía, en función ruido de compañía estaba la respuesta a la solución que no encontraba en la noche anterior; seguro que alguna vez os ha pasado esto.

A dónde iba yo con esta historia que comparto con vosotros: a esto que es tan humano de dar mil vueltas a un supuesto problema en busca de resolverlo, a veces hasta ponerte a estudiar el asunto, puede que hasta te lleve a consultar con un especialista y a poco que te pones en una actitud de parar, cerrar los ojos, respirar, estar contigo en contacto con el Todo, invocar a una solución y zas como en código secreto que solo tú sabes interpretar se te presenta la respuesta. Hubiera sido tan fácil como primera opción preguntar al corazón,…

Moraleja: no todas las soluciones están ni en los manuales y mucho menos en la cabeza

 

 

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