EL MISTERIO DE LOS ENCUENTROS

A veces imagino que divido el uso de mi cerebro solo en dos partes: a la derecha las cosas en las que no puedo pensar, porque fantasear en que se puede hacer algo sería engañarme; a la izquierda las que siento que son con las que sí puedo estar. Es como cuando voy en el tren, a veces no puedo quedarme en el asiento que se me ha asignado, vaya a ser que entre vagón y vagón suceda lo interesante y estando allí me lo pierda o llegue tarde.

Cuando te cruzas con alguien no solo te cruzas con ese solo elemento, te cruzas con toda la historia que ese alguien lleva consigo mismo… y eso es lo que hace que se presente en ese momento y en ese lugar.

Soy una convencida de que no es tan simple que esto suceda, están las casualidades y también las causalidades. Tomar un tren en el que pone sobre aviso, en el billete digital, que sale a las 10:10 en punto; y que dos historias se crucen no será por el simple hecho de no madrugar para tomar el tren de las 6, ya que el verdadero motivo del viaje era desafiar una ley que parecía fija.

Personalmente el misterio que esconden los encuentros me intriga profundamente. En lo profesional porque me hacen agudizar el ojo clínico intentando formular una hipótesis y llegar hasta la confirmación de la misma o descartarla, como si de un experimento de investigación se tratase; en lo personal porque me vuelve a recordar que, a veces, solo hay que permitir soltar para que todo encaje y se reorganice, confiando en que hay un plan perfecto para que las cosas se den tal cual se dan y como dicen las abuelas: si no es para ti, ni aunque te pongas y si es para ti, ni aunque te quites.

Cada vez más experimento con quedarme cruzada de brazos ante situaciones que en otros momentos me hubieran activado para desplegar mis habilidades resolutivas. Solo observo, solo permanezco.

Os comparto esta pregunta que me hago en estos escenarios. Veamos… ¿qué me está proponiendo la vida?

ENCUENTROS

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