La insoportable realidad de verse

Las soluciones que aportan los filtros o retoques fotográficos no rellenan vacíos

 

¿A qué responde nuestra  necesidad de aplicar filtros fotográficos en redes sociales o cualquier imagen? Durante años, he escuchado decir que llega un momento en la vida en el que hay que comenzar a cultivar el camino espiritual, la interiorización, el autoconocimiento y aceptar el paso del tiempo para convertirnos en un mapa de experiencias y belleza vivida.

No es que lo cuestione. Todo lo contrario. Sé conscientemente que es un largo y profundo camino. Y todo esto va de maravilla hasta el minuto exacto en el que me veo en una foto. Es ese momento cuando mis ojos se ensombrecen al pensar «¿Dónde está la frescura de mi piel?». Fácilmente, puedo colocar un filtro sobre mi imagen y quedo tan espléndida como deseo ser. Pero, ¿Qué pasa en la vida real?.

Los filtros fotográficos no son la vida misma


Los filtros fotográficos que podemos encontrar en la cámara de nuestro móvil, en cualquier aplicación de redes sociales, etc., no enseñan la realidad. Más bien muestran una imagen virtual que no es la vida misma. No es lo mismo la imagen que creemos que tenemos y la que tenemos en realidad.

Esa idea engañosa nos lleva a pensar que ya no es suficiente con sentirnos jóvenes, sino que tenemos que mostrar que lo somos, a toda costa. Si vivimos más, ¿Debemos adaptar nuestro cuerpo?.

Hoy sabemos que podemos transformar cosas concretas rápidamente. Pero también sabemos que las imperfecciones construyen la perfección. Quizás la respuesta a esta dicotomía resida en evitar hacer demasiado. Pero… ¿Dónde está el límite?.

Verse es difícil. Pero la elección de tapar la realidad con inyecciones portadoras de la eterna juventud rellena solo eso: las arrugas. Pero no rellena los vacíos que nos llevan a rechazar la idea de vernos frente al espejo.

Plantearse qué vacío queremos llenar


Cuando nos encontremos ante la situación de emplear un filtro en la app de turno o en en nuestra foto de perfil, deberíamos plantearnos las siguientes preguntas: «¿Por qué retoco mi imagen?», «¿Qué vacío quiero llenar eliminando esa arruga o esa imperfección?». Pues ahí estará la respuesta a esa necesidad.

Finalmente, me gustaría añadir que el uso de filtros no solo nos afecta individualmente, sino que también revierte sobre nuestras relaciones sociales y la percepción de nuestro entorno. Y es que el ver imágenes editadas o filtradas en redes sociales nos puede inducir a pensar que las personas que las publican tienen una vida perfecta y sin problemas. Una comparación social, sin duda, peligrosa cuyo ingrediente esencial es la frustración o el sentimiento de inferioridad.

 

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