Servimos a varios dioses, al poder, al dinero, al reconocimiento y hasta al amor. ¿Acaso es malo querer más dinero, más poder, más reconocimiento o más amor? El problema no está en lo que deseamos o aquello a lo que aspiramos en esta vida (siempre decimos: sueña grande, vuela alto, ama sin red), el problema está en cómo actuamos para conseguir todo esto, qué somos capaces de hacer o de dejar de hacer mientras dura el recorrido. Si los abusos matan, la falta, el vacío, la ausencia te convierte en mendigo. A la mayoría nos sorprende o nos apena ver personas mendigado en la calle, nunca falta un comentario al respecto, pero… ¿y nosotros?
¿Estamos seguros de que no vamos por la vida mendigando afecto? El amor, la amistad, la compañía… No somos conscientes de las distintas maneras en las que nos humillamos para conseguir un poco de afecto. Creemos que no pasa nada, está bien pedirle al otro lo que nos hace falta y, en efecto, hacerle saber al otro lo que necesitamos o deseamos está perfecto, pero ¿en qué momento pasa de ser una forma de expresarle al otro cuales son mis necesidades para convertirse en una súplica cargada de temor y angustia?
Charles Bukowski escribió: “En el amor y en la guerra todo se vale, menos arrastrarse. En la guerra se muere de pie y en el amor se dice adiós con dignidad”.
Cuando tengas la oportunidad de mirar nuevamente a esos mendigos que encuentras en la calle, detente un segundo y sincérate.