La imagen corporal que tenemos de nuestro cuerpo no suele ser una mirada objetiva del mismo. Somos lo que vemos y sentimos, lo que apreciamos y también lo que rechazamos de él. Por ello, está cargada de subjetividad.
Nuestra imagen corporal es histórica. Se ha ido formando de lo que hemos visto y de lo que nos han dicho de nuestro cuerpo, tiene que ver con los ideales de belleza, con todo aquello que hemos registrado de las enseñanzas de nuestros padres y recibido en la escuela, nuestras vivencias.
Todos estos registros van a influir en la manera en que nos sentimos cuando estamos en diferentes lugares. Es común escuchar que nos encontramos bien, cómodos con nuestro cuerpo en el trabajo, pero no experimentamos la misma sensación en una reunión, porque la imagen que tenemos en ese momento determinado está asociada a aquellas percepciones de nosotros mismos de sentirnos bien y valorados.
Aquí, entran en juego las distorsiones corporales. Suele suceder que no nos estábamos prestando atención y, de pronto, un día, en una foto nos sorprendemos. Puede ser que la foto sea una imagen real y en nuestra cabeza tengamos una imagen diferente.
Por este motivo, trabajar con estas distorsiones nos ayuda a alcanzar un peso saludable y a decodificar el diseño mental que tenemos de nuestro cuerpo. Sucede lo mismo tanto cuando cogemos como cuando soltamos peso; por eso, una buena estrategia es sacarnos fotos y medirnos como os decía anteriormente. Los registros sirven para analizar datos.
Para trabajar la imagen corporal conviene hacer la siguiente tarea:
Vas a dibujar tu cuerpo, una silueta por delante y otra por detrás tal y como te ves actualmente. Con diferentes colores vas a pintar las partes que te gustan y las que no te gustan.
En otra parte de la hoja, vas a dibujar la silueta de tu cuerpo como si te gustaría y lo vas a hacer de nuevo de frente y de espaldas. Esta sería la imagen corporal ideal.
Esta propuesta te ayuda a trabajar las distorsiones que tienes de tu cuerpo, apropiándote de cada logro que consigas.