La semana pasada tuve una revelación. Estaba con mi café de la mañana en un ruidoso bar del barrio de Lavapiés, mirando por la ventana a la gente pasar, cuando una chica que estaba sentada en una mesa cercana, le dice a una amiga: “quiero vivir en los recuerdos felices”.
Quedé placenteramente sorprendida. Esa frase había logrado transportarme a esos instantes en que amo mis pensamientos. Recordé a un profesor de filosofía que siempre referenciaba a Spinoza y que decía que «nos alcanza con acordarnos que fuimos felices y queremos que se repitan esas circunstancias incluidas las personas que fueron parte de esos momentos, quedamos conectados a esos momentos y, por eso, queremos estar siempre allí».
El color Barbie está sobrevalorado
No pude evitar sonreír, quizás, la felicidad no sea siempre el camino para estar mejor. Y he aquí la revelación, aludiendo a la que es otra de las revelaciones de la temporada: la vida no es de color Barbie. Es decir, rosa, ¿A quién se le ha ocurrido esto? ¿Por qué asociamos el rosa con el optimismo, la felicidad, el enamoramiento?
Quizás el color rosa esté sobrevalorado. No os confundáis, no quiero decir que la vida no tenga color, pero rosa lo que se dice rosa como la casa de los sueños de Barbie o como toda su vestimenta, no es. Podéis tomaros un tiempo y pensar de qué color es vuestra vida, no lo sé… verde, turquesa, azul, amarilla.
La escala de grises va con todo
Particularmente me gusta pensar en los grises, a pesar de que soy consciente de la relación que tiene el color gris con la tristeza. Pero ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar de qué gris estamos hablando cuando decimos «tengo un día gris»? Lo digo porque la gama es muy amplia… Y no me podéis negar que combinan con todo y son muy fieles a mimetizarse con otros colores. De manera que el gris de tu día de hoy puede que no sea un gris puro, sino un gris con una tonalidad azulada, un gris tormentosos y, ¿Por qué no? un gris rosado de vez en cuando.
Finalmente y rompiendo otra lanza a favor de la escala de grises, quiero decir que, por si no os habéis dado cuenta, los grises están cargados de poesía, el alimento del alma. En una ocasión, leí en algún lado que la felicidad es la habilidad que tenemos de rebotar en el sufrimiento y a esta frase le van de maravilla los grises. Aceptar lo bueno y también lo malo es la vida misma, sin días libres ni vacaciones.